El drama también sobrevoló el circuito cuando el Toyota 7 parecía detenerse a falta de una hora y 35 minutos. Kobayashi, su piloto del tramo final, se pasó la vuelta asignada para entrar y estuvo a punto de quedarse sin gasolina. El que sí se quedó sin bandera a cuadros fue Jenson Button, el otro campeón del mundo de F1 de la parrilla, que vio como su BR1 le dejaba tirado cuando el tiempo se contaba por minutos, y no por horas. Alonso ejerció de líderEntre los dos amagos del desastre surgió un gigante con el carnet de novato y maneras de piloto de leyenda de la resistencia... ya desde el primer día de clase. El primer relevo de Alonso pudo a pruebas sus nervios, con todo tipo de vicisitudes a resolver sin un librillo todavía asimilado del todo: safety car (2), pinchazos, zonas lentas, cambios de ala, un tráfico infernal. Pero salió indemne y ganó confianza para lo que venía.Lo que venía era vencer a la noche de Le Mans. Pero no era solo ese el enemigo. También el coche de Pechito, que rodaba dos minutos y veinte segundos por delante. El asturiano sacó los galones de bicampeón del mundo, de piloto de leyenda y de carácter indomable para que lo imposible se hiciera realidad. Como si fuese un sueño, cuando despertó, tras cuatro horas de persecución implacable, la victoria era de nuevo posible.Nakajima y Buemi, que en ocasiones parecieron empeñados en complicar la hazaña (cada uno aportó inicialmente una sanción de un minuto que, por fortuna, no pasó factura) al final también fueron justos valedores de un triunfo histórico para Japón. La justicia que a veces reina en el deporte permitió a Nakajima compensar el sinsabor de 2016 llevando el coche al triunfo dos años después.
Sin rivales.
El resto de categorías, curiosamente, se decidieron muy pronto. Antes de la noche el Porsche 911 RSR de GTE Pro que comandan Michael Christensen, Kevin Estre y Laurens Vanthoor aprovechó la lotería que son los Safety Car en Le Mans para poner dos minutos de por medio con todos sus rivales. Una ventaja insalvable si se deja en manos del mejor coche de la clase reina de los GT.
Porsche remató la faena con el doblete que se ganó con sangre el 91, peleando hasta el último momento con los Ford GT, que sólo dieron su brazo a torcer al final para acabar tercero y cuarto. Justo delante del Corvette de Antonio García que, como cada año, tuvo una actuación estelar para acabar quinto. Miguel Molina fue la cruz, con la carrera atravesada desde la misma tarde del sábado, en la que al menos pudieron terminar en el top ten. Un piloto con solera de Fórmula 1, Jean-Eric Vergne, lideró el paseo de la tripulación del G-Drive en LMP2 e inscribió su nombre en el palmarés de la prueba junto a Roman Rusinov y Andrea Pizzitola. Ni rastro de Maldonado y Montoya durante toda la prueba.
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