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Todavía quedan hoy día muchas unidades del Porsche 356. Y entre ellas hay tres ejemplares 'bastardos' que fueron construidos en la Alemania comunista y a espaldas de la propia Porsche (bueno, a espaldas del todo no; eso es algo que os aclararemos unas líneas más abajo).
Quienes conocen de su existencia los llaman Porsche Lindner y si existen es gracias al empeño de los hermanos (gemelos o mellizos; quién sabe) Knut y Falk Reimann, nacidos en Dresde (Alemania) a principios de los años 30.A Knut y Falk les encantaban los coches deportivos en general y el Porsche 356 en particular. Habían estudiado por ello ingeniería del automóvil y hasta soñaban con construir su propio coche, pero su ciudad natal cayó bajo la influencia soviética tras la segunda Gran Guerra y en medio de aquel régimen nunca conseguirían inversores para hacer realidad su proyecto.
Todo parecía indicar que aquellos dos jóvenes emprendedores acabarían como ingenieros de una empresa del Estado para la que diseñarían cualquier tipo de vehículo horrible (te invitamos a que encuentres un solo coche diseñado en un país comunista que sea bonito; no existe). Pero la pasión de Falk y Knut era más fuerte que las dificultades y decidieron, pese a ello, construir su propio automóvil. ¿Cómo? Si no tenían dinero ni había materiales, se dedicarían a hacerlo reciclando lo que encontraran.
Con ese empeño localizaron en 1953 lo que resultó ser el chasis de un Kübelwagen Type 82 (un vehículo alemán creado para uso militar). Dieron con él al sur de Berlín y el hallazgo fue un golpe de suerte porque aquel coche utilizaba la plataforma del Volkswagen Escarabajo, que a fin de cuentas había sido diseñada por Ferdinand Porsche (el nombre que tanto admiraban). En cuanto al motor, habría que poner a punto el cuatro cilindros bóxer de 1.131 c.c. que todavía estaba anclado al chasis, además de conformarse con sus escasos 24,5 CV.
Pero había un inconveniente que les sobrepasaba: no sabían dar forma a la chapa para construir una carrocería. De hecho, ni tenían herramientas para ello ni sabían de dónde sacar las planchas de chapa para que alguien hiciera el trabajo por ellos. Lo arreglaron como se suelen arreglar al final estas cosas: tirando de ahorros. Sabían de un artesano que junto a sus hijos y varios empleados se dedicaba a hacer carrocerías de acero y madera sobre chasis de coches viejos. Se llamaba Arno Lindner y acordaron pagarle 3.500 otsmark (unos 360 euros) con el compromiso de que los dos hermanos echarían una mano siempre que pudieran.
Según la petición de Falk y Nut, Lindner construyó un armazón de madera y tubos de hierro inspirándose en las formas del Porsche 356. Pero el coche al que iban dando forma no salía exactamente igual al original, ya que la plataforma del Kübelwagen medía 30 cm más de largo.
Si antes de ponerse manos a la obra hubiesen acortado aquella vieja plataforma quizá hoy no seríamos capaces de distinguir a simple vista el 'Porsche del este' del original, pero no se hizo así y el resultado, al menos, tendría más espacio para pasajeros en las plazas traseras.
A falta de suministros de chapa, también se dieron cuenta de que los capós de los camiones Ford abandonados tras la guerra eran buena materia prima, así que Nut y Falk fueron buscándolos y entregándoselos a Lindner hasta que el coche quedó listo y terminado en 1954.
Ahora dime: ¿qué habrías hecho tú siendo joven y teniendo un Porsche (aunque no fuera auténtico) en tu poder? Seguro que una de las opciones que barajarías es la de viajar, que fue lo que los dos hermanos decidieron hacer. No se trataba de algo imposible ni siquiera en la Alemania comunista de entonces. A fin de cuentas, aún no existía el Muro de Berlín (se construyó en 1961) y todavía no se habían puesto las normas tan duras que evitaron las salidas desde la década de los 60. Pese a ello, para evitar alguna traba burocrática que desconocemos falsificaron una patente que decía que el coche había sido producido en la Alemania occidental. Y aunque sólo uno de ellos se había sacado el carné de conducir, teniendo los dos la misma cara que se veía en la foto del permiso no había problema alguno para que se turnaran al volante.
Mientras Lindner aprovechaba para fabricar otra réplica del 356 que exhibió en una feria de la ciudad de Dresde, los jóvenes aventureros se lanzaron a realizar varios viajes por Alemania occidental, Austria, Suiza, Italia y Francia. En su visita por la Alemania libre había un destino que ya supondrás cuál fue: la fábrica de Porsche en Stuttgart. Cargados de cierta dosis ingenuidad y un poquito de mala suerte, pidieron incluso ver a Ferry Porsche (el hijo del ya fallecido Ferdinand) cuando éste había viajado para ver en vivo las 24 Horas de Le Mans. Pero al menos pudieron dejarle una carta y les permitieron visitar la fábrica.
A finales de julio de 1956 fueron los hermanos los que recibieron una carta, esta vez con el membrete de Porsche. En ella, la secretaria de Ferry les confirmaba que Porsche había accedido a donarles un conjunto de pistones y cilindros usados para que el prototipo que habían construido tuviera un mejor rendimiento. Enviarían aquellas piezas a un concesionario Volkswagen de Berlín occidental, siempre y cuando fueran los dos jóvenes quienes pagaran los costes del transporte. Puedes imaginar que la importación de cualquier cosa entre las dos zonas de Alemania estaba entonces prohibida, así que cuando los hermanos retiraron aquellas piezas no tuvieron más remedio que introducirlas en la zona oriental de contrabando. Nada se sabe de cuánta potencia ganó el coche con aquellas piezas, pero apostamos a que sería más veloz que los coches que mientras tanto siguió fabricando Lindner hasta 1959, esta vez ya con autorización del Gobierno.
Con la 'guerra fría' entre oriente y occidente las restricciones de salida se hicieron más duras. Ya no es que fuera difícil salir; es que los militares tenían en determinadas zonas del país orden de abrir fuego contra aquél que intentara cruzar la frontera. Esto era un problema para la necesidad que tenían Falk y Nut de mantener y reparar durante los siguientes años su querido coche. Y como estaban acostumbrados a sortear la ley, se la siguieron jugando... hasta que acabaron siendo detenidos. Pasaron tres años en prisión y al salir se encontraron con una malísima noticia: su querido coche había sido confiscado, desguazado y vendido por piezas.Knut se quedó en Alemania y falleció en 2013. Falk consiguió instalarse en Hungría y murió tres años más tarde. A falta del coche original, de los otros 12 construidos sobrevivieron tres. El último que cambió de manos fue uno que el propio Lindner usó como demostración y que en 2011 un abogado austríaco compró por 3.000 euros, cifra que ni remotamente paga la pasión que se puso en cada unidad a la hora de construirla a mano.